Carla Begazo Maica, es docente de teología lleva 20 años trabajando en el voluntariado santamariano junto con su colega y amiga Giovanna Apaza Márquez, quien también es teóloga y educadora. Durante dos décadas atienden a las comunidades campesinas de Arequipa y Ayacucho, movidas por su espíritu solidario y fe en Cristo.
La emergencia sanitaria, por la pandemia que se inició en marzo del año pasado, interrumpió sus actividades de llevar a los más necesitados ayuda y soporte espiritual. Carla Begazo, considera que la Covid-19, nos dejó huellas imborrables desde un encierro prolongado y el no poder abrazar a los seres queridos así como perder amigos y familia, hasta la angustia de no saber que hacer en el futuro.
Explica que para los más pobres los problemas fueron más agudos, porque sumado a toda la incertidumbre, se presentó la crisis económica y en el caso de los niños y adolescentes él no acceder a una educación y quedarse sin acceso a internet o no contar con un equipo que les permita seguir instruyéndose, fue un golpe muy duro.
“La covid-19 les quitó a los niños en especial de las zonas rurales lo poco que tenían, como el acceso a la educación y con ello la oportunidad se mejorar en la vida y la opción de construir un mejor futuro”.
Según el reporte del Ministerio de Educación a diciembre del 2020, unos 300,000 alumnos, que equivalen al 15% de la matrícula nacional, dejaron la escuela por falta de acceso a conectividad y por dificultades económicas. En Arequipa esta realidad generó que 29 mil 668 escolares, no pudieron ser contactados de forma regular ya sea por radio, televisión, Internet o celular, para desarrollar las clases virtuales o remotas a causa de condiciones técnicas y falta de señal.
Transformando la realidad
Las dos docentes universitarias y 40 estudiantes santamarianos, se plantearon que pese a todo la tristeza e incertidumbre de la pandemia podían hacer algo para llevar alegría y esperanza a los niños y jóvenes más vulnerables y desatendidos. Es así que se sumaron a la incisiva, Jazmine Roseel Chávez, ingeniera Biotecnología y la estudiante universitaria de Ingeniera Comercial, Valeria Huarca Fernández.
Valeria junto con 40 jóvenes con apoyo y supervisión de las docentes en el campo pedagógico diseñaron, fichas de lectura, juegos que permiten a los niños aprender y así vencer el estrés de estar más de 30 minutos frente a un teléfono o computadora. Para ello utilizaron el sistema Google Drive donde colocaron en carpetas digitales todo los materiales y empezaron a trabajar con más de 25 niños del colegio Cristo Rey del distrito de Cocochacra (Islay), a quiénes durante cada semana los contactaban vía llamadas telefónicas o por una red social, para enseñarles compresión lectora, razonamiento matemático, persona y familia a través del proyecto “Reforzamiento Escolar desde Casa” y el “Club de lectura”.
Paralelamente, contactaron a cuatro menores del anexo de Cuchucapilla en el distrito de Caylloma, para sumarse a las clases de reforzamiento. Los niños caminaban desde sus estancias hasta el Tambo donde había conexión de internet más de una hora y media para ser parte de los cursos y del club de lectura.
Lectura como instrumento de cambio
Para Jazmine Rossel, el interés y compromiso de los niños, era un elemento motivador para los jóvenes voluntarios, porque sus ganas de aprender y superarse, los llevaba a vencer el frio de los andes y recorrer caminos agrestes desde sus viviendas hasta el lugar donde había señala de internet para comunicarse. Por tanto, valía la pena todo los esfuerzos para darles una enseñanza personalizada y de calidad.
“Dimos lo mejor de nosotros y nos inspirábamos y comprometíamos más con los niños, debido a que al inicio pesábamos atender en total solo 20 menores pero llegamos a tener más de 40 niños y niñas que tenían deseos de aprender y leer, no se podía decirles que no y cuando no tenían megas para conectarse hacíamos cuotas y les recargábamos crédito para las llamadas, todo ese esfuerzo valió la pena”, indicó.
Para la docente Giovanna Apaza, la tecnología es un elemento que utilizado de forma adecuada sirve para llevar esperanza y servicio. Enfatiza que fue tanto el compromiso de los voluntarios que llegaron hasta la provincia de Sechura en Piura de forma virtual, donde también atendieron a 15 niños de una comunidad campesina del norte del país, porque es necesario romper las barreras de la distancia y el tiempo en favor de la educación de los niños.
Como parte del proyecto los niños desarbolaron lecturas motivadoras como el Águila y la Gallina, Paco Yunque del escritor peruano César Vallejo y textos como El delfín: la historia de un soñador del escritor Juan Salvador Gaviota, estas lecturas servían como inspiración para superarse y también canalizar sus emociones y que se deben vencer las barreras para ser mejor cada día.
La mujeres voluntarias consideran que hoy la educación es la mejor herramienta y arma que tienen para ser agentes de cambio y comprometerse para enseñar a niñas y niños sus derechos y así como a leer y a escribir. También explicaron, que es necesario que el internet sea considerado un servicio al que tengan derecho, para que así todos los peruanos tengan acceso a dicho servicio, con lo cual podrán acceder a más conocimientos y a seguir intuyéndose.
El voluntariado Santamariano, es parte del proyecto de la Dirección de Responsabilidad Social Universitaria de la Universidad Católica de Santa María, tiene 20 años llevando ayuda a los más necesitados.