Aún no es posible tener una idea cabal de lo que significó la vida y la obra del RP William D. Morris SM Pero el futuro establecerá con más claridad cuán trascendente fue su dedicación total a la causa de la juventud universitaria peruana. Y su entrega generosa a Arequipa a través de su obra maestra: la fundación y puesta en marcha de una comunidad Católica y autogestionaria, acorde con el modelo propuesto por su orden religiosa, la Compañía de María: la Universidad Católica de Santa María.
“UCSM celebra nacimiento de legendario padre Morris” Es el titular dominical de un diario de circulación nacional. Pero quienes lo conocieron pueden dar testimonio de la grandeza de su alma y de su sencillez. ¿Quién no recuerda el afectuoso y paternal saludo que Padre Morris S.M. prodigaba a todos? El “¡Hola, joven!”, aún si era al paso, contenía más que varias lecciones de humanidad –para el grande o para el pequeño.
Su filosofía y vertiginoso ritmo de trabajo eran, como quería Juan Pablo II, “…la conciencia de una necesaria renovación moral y espiritual que dará mayor importancia al hombre que a los bienes materiales y para la que la dignidad humana está por delante del beneficio”.
Pero para lograr esa renovación se requiere de un santo. Pero un santo que sea ejemplo de fe y de acción. Un santo es una medicina -porque es un antídoto y, frecuentemente, un mártir. Generalmente se le encontrará restaurando la salud del mundo a través de la exageración de aquello que hace falta al mundo –que, por supuesto, no es el mismo elemento en cada generación.
Aun así, instintivamente, cada generación busca su santo paradigma. Arequipa del s. XXI escogió a este arequipeño nacido en Saint Louis, Missouri, el 4 de noviembre de 1910, que recorría Arequipa, su ciudad, palmo a palmo en su clásico Ford 1950. Y el santo no es precisamente lo que la gente desea, sino lo que los pueblos necesitan. Es esta la paradoja de la historia: cada generación es llamada a la conversión por el santo que más la contradice. Así es como San Francisco de Asís ejerció tal atracción para los nada poéticos Victorianos del s. XIX. En la generación de Einstein y la relatividad, el mundo buscó una cura para el vértigo y re- descubrió en Santo Tomás de Aquino al santo filósofo y maestro de lógica que necesitaba.
Arequipa conocería a su santo preferido a fines de la década de 1950. Los hermanos reciben sus jubilosas noticias a fines de 1961: “¡La recepción brindada por Arequipa excede todas las expectativas!”, “¡Nunca he trabajado con un mejor cuerpo docente!” “¡No es una exageración!” y el más eufórico “¡Ya estamos en clases desde el 9 de abril!” Ese es el vibrar jubiloso y santo de un verdadero sacerdote y maestro. Y un verdadero santo.
Otra vez se encomienda a la Virgen de la Candelaria para que lo oriente a promover el sentimiento comunitario en la UCSM; para que los universitarios sepan infundirse mutuamente esa sensación vital de pertenencia a los más nobles ideales. Todo ello bajo la inspiración de María Santísima.
Otra paradoja final que Padre Morris resolvió en sus universitarios Marianistas:
“Para liberar al hombre contemporáneo del miedo de sí mismo, del mundo, de los otros hombres, de los poderes terrenos, de los sistemas opresivos, es necesario desearle de todo corazón que lleve y cultive en su propio corazón el verdadero temor de Dios. Éste es un temor creador, nunca destructivo. Genera hombres que se dejan guiar por la responsabilidad, por el amor responsable”
Y desde la Navidad de 1999 ya goza de la paz del Señor, en el mismo regazo de Santa María. © 2010. RAMIRO DE VALDIVIA CANO.